Háblate bonito

Samia Cruz/ diciembre 30, 2014/ Blog, Confesiones, Sin categoría/ 0 comments

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Si de verdad entendiéramos la importancia de hablarnos bonito, amable, con cariño, nuestra historia sería diferente. Es más, hasta la historia de nuestras familias sería diferente.

Estamos tan mal acostumbrados a tener un diálogo con nosotros mismos tan duro, tan severo. Nos repetimos muchas veces al día que no podemos, que no somos buenos para X cosa, que somos gordos, que esa ropa no se nos ve bien, que no sabemos cocinar, que no tenemos fuerza de voluntad, que lo que preparamos nunca nos queda bien, que no tenemos tiempo para nosotros y así me puedo seguir y no terminaría.

¡Si entendiéramos el trasfondo que eso tiene! Que cada pensamiento negativo es un grillete que nos ponemos para amarrarnos al piso y son nuestros pensamientos lo que no nos permiten realizar mucho de lo que deseamos.

Nuestra mente es la que nos controla en esos momentos de debilidad, cuando queremos quedarnos acostados y no salir a entrenar. Nuestra mente es la que nos dice miles de veces “no pasa nada si hoy rompes tu plan de alimentación, al fin un día no es nada”. Nuestra mente es la que hace que cuando nos vemos en el espejo nos critiquemos. Pero, más que nuestra mente, somos nosotros mismos.

Cuando habían pasado como 6 meses de mi pérdida de peso, descubrí que yo tenía como un “grillito” que me hablaba y la bauticé como la “Tucita”. Se acuerdan de esa película de Pedro Infante donde tiene una hija que en la noche le grita “quiero aguaaaaaaaaaaaa, aguaaaaaaaa” y él se para mil veces a atenderla hasta que lo harta y grita… (Amo esa película). Pues así  es y era mi grillito. Solo que mi grillito me decía “ya no comas más”, “si comes eso vas a engordar”, “si no entrenas seguirás gorda por siempre”, “no has bajado lo suficiente”, “fulanita está más delgada que tú”, “jamás podrás ponerte vestidos pegados”  y así miles de diálogos.

Hasta que un día dije ¡BASTA!… te adoro, Tucita de mi vida, has sido mi compañera en este viaje por años, has sido quién me has protegido en situaciones que me podrían ocasionar más problemas como ponerme a comer sin control, pero también has sido la que me mortifica, la que me limita, la que me encasilla, la que me amarra. Así que hoy decido que sí puedes seguir viajando conmigo, pero yo decidiré cuándo quiero escucharte y cuándo preferiré mantenerte en silencio.

¿Y saben qué? Ha sido la mejor decisión de mi vida, porque comencé a ser FELIZ. A ser libre, a reconciliarme conmigo misma sin que nadie más me juzgara (y vaya que quitarte tu propio permiso de juzgarte es difícil). Le quité el permiso a TODOS de cuestionar mis decisiones, tan sencillas como entrenar tres horas o no entrenar, como decidir tener un día libre en mi alimentación o no tenerlo, como disfrutar un postre completo para mí en una salida a restaurante o no hacerlo.

Pero lo que me dio ese poder fue tan sencillo como hablarme bonito. Tan sencillo como creerme que yo era suficientemente poderosa para lograr lo que yo quisiera. Si había logrado bajar mis primeros cinco kilos, luego otros y otros. Si había tenido la fuerza de voluntad una semana de apegarme a mi plan, era por puritito amor hacia mi cuerpo, y todo venía de saberme amada por mí.

Durante años las cosas no funcionaron con otros planes de alimentación, porque no había amor hacia mi persona. Y puede ser que pienses ¿cómo no te vas a amar? Y es tan cierto como cuando decides hacerle caso a alguien que te dice “rompe tu dieta”, “no hagas ejercicio”, “una probada no es nada”. Cuando te hablas bonito es como si te pusieras tu traje poderoso para protegerte de todo lo que va en contra tu nueva forma de vida. Te empodera, te apapacha, te consuela, te da la fuerza necesaria para saberte entera, para llegar al final de la meta que tú has decidido caminar. Háblate bonito y repítete mil veces, “yo soy delgada”,” yo soy una alimentación saludable”,” yo soy confianza en mi proceso”, ”yo soy mi cuerpo y no el de los demás”. Si tú comienzas a creerte que puedes hacerlo, tu cuerpo lo creerá y el camino será más sencillo.

Así que, si te identificas con algo de lo que yo vivía, te invito a que no pienses en grandes decretos, empieza con lo sencillo que te transformará de fondo. Date la oportunidad de hablarte bonito, de decretarte como “YO SOY AMOR A MI CUERPO”. Y te aseguro que todas las piezas empezarán a encajarse en el lugar que le corresponden, pero lo mejor es que los que están a tu lado intentarán hacer eso que estás haciendo tú, porque te ven hermosamente diferente, en paz y en armonía con todo tu ser.

Con amor,

Samia

 

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