16 de enero 2019

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Enero 16

Un sentido del orden cultiva la satisfacción.

Durante años he sospechado que, en vidas felices y satisfechas, la domesticidad y la espiritualidad están invisibles, pero inexorablemente conectadas, una a un hilo dorado, otra a un filamento de plata que, cuando se tejen juntos, crean un tapiz de satisfacción. Los Shakers, una secta comunitaria religiosa que floreció en estados unidos a mediados del siglo XIX, invocaban una oración cada mañana por la gracia que les permitiría expresar su amor de Dios a través de sus tareas diarias, tareas tan simples y mundanas como hacer una cama… y el fraile carmelita del siglo XVII, el hermano Lawrence, escribió en su clásico devocional “Practicar la presencia de Dios”, que con frecuencia sentía el espíritu de Dios entre las ollas, sartenes y papas en su cocina, cuando preparaba una comida para sus compañeros monjes.

Cada vez que me siento abrumada por circunstancias externas (preocupaciones por el dinero, por un familiar enfermo o ansiedad por negociaciones comerciales prolongadas), instintivamente recurro a rituales locales para restablecer mi equilibrio. Hay un beneficio emocional y sicológico inmediato para poner el orden nuestras casas. Es posible que no podamos controlar lo que sucede externamente en nuestras vidas, pero podemos aprender a buscar en nuestros propios recursos internos un sentido de comodidad que nutra y sustente. Incluso he notado que hay una correlación directa entre los días en que me siento deprimida y los días en que la casa está desordenada. Sospecho que no estoy sola. “No son las tragedias las que nos matan”, observó una vez Dorothy Parker, “son los líos, es el desorden”.

Si te sientes constantemente a la deriva y no sabes porqué, estás dispuesto a explorar el papel que desempeña ese orden (o la falta de él) en tu vida. Ninguna mujer puede pensar claramente cuando está constantemente rodeada de desorden, caos y confusión, sin importar quien sea responsable de ello. Comienza a pensar en el orden, no como una camisa de fuerza de “deberes” (haz la cama, lava los platos sucios, saca la basura), sino como  una forma, la base, para la hermosa vida nueva que estás creando puede ser tan simple como devolver algo que se saca, colgar algo que se quita o enseñar a los que viven por usted que deben hacer lo mismo por el bien común de todos.

Hay un orden divino, un orden sublime, inherente al Universo. Podemos aprovechar esta poderosa fuente de energía creativa cuando estemos dispuestos a cultivar gradualmente un sentido de orden sobre cómo conducimos nuestros asuntos diarios. Invita al orden divino a tu vida hoy y se desarrollará un mañana más sereno.

(Inspirado en: Simple Abundance: A Daybook of Comfort and Joy, Sarah Ban Breathnach. 1995, Editorial Grand Central Publishing)

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